Como el viento de poniente De niño no me gustaban / los libros ni las sotanas ni salir en procesión, eran tan desobediente / como el viento de poniente, revoltoso y juguetón,
en vez de mirar pal cielo me puse a medir el suelo / que me tocaba de andar, y nunca seguí el rebaño, porque ni el pastor ni el amo / eran gente de fiar,
como aquel que calla, otorga, y aunque la ignorancia es sorda, pude levantar la voz, más fuerte que los ladríos / de los perros consentíos y que la voz del pastor.
Empecé haciendo carreras por atajos y veredas / muy estrechas para mí, y decían mis vecinos que llevaba mal camino / apartado del redil,
siempre fui esa oveja negra que supo esquivar las piedras / que le tiraban a dar, y entre más pasan los años más me aparto del rebaño / porque no sé a donde va.